Experimento una reacción inmediata a un malentendido tan extremo sobre la verdadera naturaleza de un Dios santo y soberano. La primera es que creo que la última cosa que Dios desea es tener hijos mundanos con pensamientos superficiales que se ufanen de Él. Mi segunda reacción es que al parecer no se reconoce bien que el supremos deseo de Dios es que cada uno de sus hijos lo amemos y lo adoremos tanto que estemos continuamente en su presencia en espíritu y en verdad. Eso es verdadera adoración. Cuando
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